“Nosotros éramos muy entusiastas y teníamos la creencia de que a través del arte íbamos a transformar el país”. Las palabras del pintor y escultor zacatecano Manuel Felguérez sintetizan de manera acertada lo que hoy es Zacatecas.
Texto y fotos María José Cortés
Al caminar por las calles del centro de la ciudad, el triunfo al que Felguérez hace referencia se manifiesta de manera contundente. Este circuito, que va de la antigua Plaza de toros San Pedro hasta el Instituto Zacatecano de Cultura, tiene, en su extremo poniente, el templo de Fátima, una de las construcciones religiosas más importantes de la ciudad, y la única de estilo gótico.
A unos pasos de este templo se encuentra otra construcción que hay que visitar: el hotel Quinta Real, construido en la antigua Plaza de toros San Pedro. Esta edificación del siglo XIX pasó por una rehabilitación exhaustiva hasta convertirse en un hotel de lujo con 49 habitaciones, un restaurante, un bar y un bello patio en el antiguo ruedo.
El viajero interesado en hacer un recorrido por la arquitectura colonial de la ciudad tendrá dos alternativas igual de disfrutables y enriquecedoras: caminar por las avenidas y callejones que cruzan la calle Hidalgo o tomar algunos de los tranvías o autobuses turísticos que se estacionan frente al Teatro Calderón.
Zacatecas representa un caso ejemplar al haber colocado al turismo cultural como factor esencial del desarrollo económico. Sus museos son una clara prueba de ello. En el Museo Rafael Coronel, en el convento de San Francisco, se encuentra la mayor colección de máscaras del mundo. “Tiene como quince mil máscaras, algunas de gran valor estético, como la de Coatlicue. He comprado máscaras que me han costado 30 mil dólares; son piezas clave de la mascarería mexicana, desde el siglo XVI”, explica Rafael Coronel en el libro Zacatecas: voces y estampas de la tierra.

El museo que lleva el nombre del pintor y escultor zacatecano Manuel Felguérez está dedicado al arte abstracto mexicano desde los cincuenta hasta el presente. Al integrar una colección de este tipo, Felguérez buscaba desafiar al gobierno, que durante la primera mitad del siglo XX había apoyado al nacionalismo y se negaba a abrirse a nuevas propuestas. Entre las piezas aquí reunidas se encuentran más de cien pinturas y esculturas del propio Felguérez, así como los cuadros de amigos pintores que consiguió –por intercambio o donaciones– a lo largo de su vida.
Beber es cultura. Y Las Quince Letras es la cantina más antigua de la ciudad. El local es muy pequeño y suele ser frecuentado por artistas, políticos e intelectuales. Es el lugar para encontrarse a “todo el mundo”.
Qué probar en Zacatecas
El aguamiel. En la esquina de catedral se instala un vendedor con un burrito que carga cuatro cántaros repletos de esta bebida tradicional de la región. Puedes pedirla hervida o cruda; se recomienda la segunda.
El pozole y las enchiladas adelitas en Los Dorados de Villa.
El café y los huevos acrópolis del tradicional café Acrópolis, donde los zacatecanos se reúnen a echar chisme y a leer el periódico gratis.
La birria en baño maría, envuelta en penca de maguey, de la birriería El Cabrito.
El queso panela de Valparaíso en el mercado de Jerez.
Las gorditas de chicharrón, de frijol o de carne deshebrada del restaurante San Rafael.
Los mezcales de Pinos. “En Zacatecas hay dos tipos de mezcal, el que se produce en frontera con Jalisco, y el del desierto, que es el que más me gusta, con su destilería original en Pinos”, explica Manuel Felguérez en el libro Zacatecas: voces y estampas de la tierra. La Hacienda La Pendencia está en el pueblo de Pinos, a 150 kilómetros de la capital, donde se producen otros mezcales de excelente calidad como Saldaña y El Chino. Para probarlos, el mejor lugar es la cantina Las Quince Letras.
0 comments on “Zacatecas, capital cultural”