Después de The Devil Wears Prada (2006), el cine se dio cuenta de las posibilidades de llevar la moda al séptimo arte. Sin embargo, en ese intento por reflexionar sobre ella, se han creado mitos y estereotipos alrededor de un mundo sobre el cual, de por sí, ya se especulaba mucho.
Por: Loyda Muñoz
Personal Shopper (2016) es la película más reciente de Olivier Assayas y, aunque no se centra en la moda, se ayuda de ella para contextualizar la trama. Maureen (Kristen Stewart) es una joven norteamericana viviendo en París que trabaja como compradora personal y asistente de Kyra (Nora Von Waltstätten), una modelo y diseñadora alemana.
Resulta típico: Maureen está en el mundo de la moda y eso, por alguna razón, significa: a) enfrentarse a divas despiadadas a quienes sólo les importa la ropa y b) no tener un trabajo “serio” —sí soñado por unas cuantas, pero una un pesadilla pura para quienes lo viven—; Andy Saks y Miranda Priestley —y los tantos abrigos o bolsos de lujo lanzados sobre un escritorio— vienen a la memoria.
Sin embargo, el valor de Personal Shopper no está en la moda —aunque las tomas en boutiques parisinas de alta costura y los atuendos de diseñador roban la respiración— sino por una construcción del relato en el que hay un giro fundamental: Maureen tiene habilidades psíquicas y trata de comunicarse con su gemelo muerto.
A simple vista estamos frente a una película de terror. Eso sería el camino evidente para Assayas, pero reencarna a Hitchcock (o al menos su habilidad para hacer thrillers que asustan por su poder psicológico) y el espectador no sabe frente a qué clase de película está. Poco importa.
Las prendas de haute couture, la joyería exquisita y el lujo que lo invade todo resultan una potente atmósfera para ver sucesos paranormales, escuchar voces imaginarias (¿o no?) y para sentir una presencia que quizás Maureen no nota, pero que el director hace presente para quien mire, sea fan de las películas de terror o no.
Su estreno en México está programado para el 10 de marzo de 2017.
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