Tres presentaciones en México en menos de una década. Para quienes atestiguaron la primera, en mayo de 2008, dentro del fallido Festival Colmena, el trago amargo quedó superado gracias a los conciertos posteriores.
Por Miriam Canales
Esta vez ganó el profesionalismo, el ímpetu y la voluntad de Jonsi, Georg y Orri, quienes aún encuentran en México a un público ávido de involucrarse en su música. A la cita acudieron, en su mayoría, veinteañeros que se adentraron en un ambiente a media luz, propio de una velada de ensueño dentro del Auditorio Nacional.
El escenario quedó en penumbras. Segundos más tarde emergió la figura escuálida de Jonsi, quien abrió con “Á” y siguió con “Ekki Múkk”. Al fondo, los visuales proyectaban imágenes acordes a su música: lenta, onírica, misteriosa y progresiva.
Han pasado 20 años desde el lanzamiento de su álbum debut, Von (1997), pero Sigur Ros no ha tenido la necesidad de cantar en inglés en lugar de su idioma nativo para abrirse paso en el mercado internacional; por el contrario, esta decisión le ha otorgado mayor originalidad a sus composiciones.
En el concierto que dieron el pasado 3 de abril en el Auditorio Nacional hicieron un repaso por toda su discografía. Del setlist destacaron los temas del álbum semiinstrumental () de 2002, la melancólica Untitled 1 y Vaka, de su gran revelación Takk, así como la mítica Saeglopur –de las más celebradas–, sin dejar de lado la estridencia que emana de Kveikur de 2013.
Sigur Rós nunca ha alcanzado la fama de Radiohead o levantado pasiones como Coldplay como para tocar para las masas del Estadio Wembley o el Super Bowl. Jonsi tampoco cuenta con la fama de Chris Martin, pero mantiene el entusiasmo por crear proyectos alternos y discos solistas. El resto de sus integrantes, Orri Pall Dyrasson y Georg, también han elegido el camino de la discreción y el bajo perfil, aunque pueden jactarse de haber aparecido en un capítulo de Los Simpson.
En menos de una semana, dos actos islandeses se presentaron casualmente en el mismo recinto. Por un lado, la anhelada presencia de Björk y su despliegue de excentricidades, mientras que Sigur Rós reunió a un público dispuesto a prestar atención, guardar silencio e incluso derramar algunas lágrimas discretas con la interpretación de “Untitled 9”.
Con un acertado acompañamiento de luces, sonido e imágenes, Sigur Rós transportó a su audiencia a un mundo que se han creado a través de un lenguaje propio. La música que han inventado –tan abstracta y arrítmica– es como un panorama sonoro de las montañas, volcanes y paisajes helados de su tierra islandesa.
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