Andy Warhol y Barbie son dos hitos en la historia contemporánea que, este año, se fusionan por tercera vez para presentar una edición especial de la muñeca. De esta divertida asociación, hacemos un repaso.
Por Loyda Muñoz

Andy Warhol es un icono de la cultura pop. Su obra logró captar hitos de la cultura y transformarlos en signos de una época —la lata de sopa Campbell, el rostro de Marylin Monroe repetido como negativo en tonos vibrantes o la serie Andy Mouse en donde revolucionaba la figura de Mickey Mouse— desde las temáticas hasta las técnicas que utilizó. Sin embargo, cada obra roza lo metalingüístico al usar y crear figuras icónicas para convertirse en el artista de renombre que es hoy.
Así, entre sus creaciones, el retrato de la muñeca Barbie es, quizás, una de las más extrañas y a la vez predecibles. Su relación con la muñeca, que vaya que ha trascendido, puede verse una vez más en 2017 gracias a que la Fundación Andy Warhol ha participado en el lanzamiento de una nueva edición especial de la muñeca que recrea la pintura que Andy hiciera en 1986 estampada en el vestido de la rubia de estola rosa.

Con dos ediciones previas (una en 2015 y una en 2016), Barbie ha sido caracterizada con el estilo inconfundible del artista. En la primera, luce el look andrógino de Warhol con una playera a rayas en blanco y negro, cabello canoso y revuelto, chaqueta de piel y accesorios de pintura (una mini réplica del retrato y pinceles y paleta, además de una mini Polaroid). La segunda lleva la lata Campbell plasmada en la playera, un abrigo con animal print y leggings negros y botas blancas.


Barbie, c’est moi
La relación del artista con la muñeca data de 1986, cuando realizó una pintura de Barbie con el estilo Pop Art que lo caracterizaba. Sin embargo, la inspiración detrás de la obra está en BillyBoy*, un diseñador de moda, artista visual suizo de la época y gran amigo de Warhol, quien en repetidas ocasiones se negó a ser retratado sin saber que un día, paradójicamente, se convertiría en la fuente de inspiración de una obra icónica.
Ambos se conocieron durante los años setenta en Nueva York. Recorrían la ciudad juntos, paseaban por los bares de moda y los mercados de pulgas buscando atuendos fuera de lo común gracias al “estilo inigualable de Billy”, afirmaba Warhol. Entonces, el joven Andy apenas comenzaba su carrera como artista y pidió a BillyBoy* que posara para él y éste se dijo que no. Y se negaría muchas veces más. No obstante, BillyBoy* —quien era un fanático de la muñeca y poseía miles de ejemplares— un día según dijo Warhol a la BBC, le respondió: “Bien, si en verdad quieres hacer mi retrato, haz uno de Barbie, porque Barbie, c’est moi”.
Para 1984, Warhol ya era la leyenda que es hoy. BillyBoy* ya había diseñado dos muñecas Barbie para Mattel (Le Nouveau Theatre De La Mode y Feelin’ Groovy Barbie), convirtiéndose en el primer diseñador en tener su firma en la caja. Su pasado juntos dio a Warhol una idea que sería develada hasta 1986: Barbie, Portrait of BillyBoy*.

El cuadro tenía el rostro de la muñeca, con una melena rubia llena de volumen, ojos azules vibrantes y el fondo en azul claro, o bien, en el tono “BillyBoy Blue”. Una versión de la muñeca llena de glamour clásico. Este “retrato” de su amigo —y una versión más con el fondo en color rojo— fue la última creación del artista.

2017 ve un nuevo renacer de esta mancuerna entre la cultura pop y una figura que ha trascendido el tiempo. En la nueva edición especial, Barbie luce idéntica a la que pintó Warhol y la obra está estampada en el vestido ajustado que lleva, con una enorme estola rosa como complemento principal.

No es casualidad. Es un statement de la vitalidad de ambos iconos, una confirmación de la actualidad de la obra de Warhol y de las transformaciones que ha sufrido Barbie para ser considerada hoy, un símbolo de la feminidad.
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