Texto: Fabiola Meza
«You have not yet owned what you did», fueron las poderosas palabras que la jueza Rosemarie Aquilina usó para condenar a Larry Nassar, el infame doctor que abusó sexualmente de más de 100 gimnastas en uno de los momentos más relevantes que nos ha dado este joven 2018. Palabras que resuenan porque aplican para prácticamente todos aquellos movimientos como el de #MeToo, o el doloroso #SiMeMatan han señalado. Nadie se ha responsabilizado de sus acciones.
2017 fue el despertar del feminismo, o al menos eso fue lo que se sintió a nivel mundial gracias a movimientos como los antes mencionados, a las marchas, a los escándalos sexuales de figuras públicas como Harvey Weinstein y a las declaraciones de mujeres en las industrias del entretenimiento y la tecnología. Fue el momento en que dejamos de cuestionar a la víctima y comenzamos a creerle.
Lo que no siempre se toma en cuenta, es que el feminismo es un movimiento que lleva décadas vivo, que ha ido ganando espacio lentamente, levantando la voz, exigiendo ser visto.
La meta, al igual que durante el sufragismo o la revolución sexual de los 60, es ganar notoriedad e importancia en los espacios públicos y privados, en señalar todas las incongruencias del sistema y pedir equidad.
«Take your broken heart, make it into art». —Carrie Fisher
Y se va logrando. Ya cuando menos va permeando la cultura en todos sus aspectos y con bastante fuerza en el cine y la televisión. Este año, los Oscar nominaron a Greta Gerwig de LadyBird como mejor directora, la quinta mujer en los 90 años de los premios y Rachel Morrison se convirtió en la primera mujer en ser nominada por Mejor Cinematografía por Mudbound. Patty Jenkins con Wonder Woman es ahora la tercera mujer que ha dirigido una película de acción con un presupuesto mayor a los $100 millones.
Coaliciones de mujeres se están formando en todo el mundo para fomentar el talento y reconstruir industrias con visiones claras y que permiten que todos jueguen bajo las mismas reglas y oportunidades.
Los ejemplos son pocos pero reconfortantes, después de todo, la representación es una de las armas más poderosas que existen para luchar contra los estándares establecidos. Son ejemplos que demuestran que la perspectiva de las mujeres es tan valiosa y poderosa como cualquiera, y que años de silencio y falta de reconocimiento no han hecho más que fortalecerla.
Si 2017 fue el año del enojo y del desahogo, 2018 debería ser el año de la creación. Carrie Fisher dijo «take your broken heart, make it into art», y esa bien podría ser la bandera de este año. Tomar el dolor y el enojo y volverlo algo relevante. Dejar de juzgar el feminismo por todas sus vertientes y validarlo por su meta de igualdad de derechos y condiciones. Dejar de lamentarnos por el talento masculino que se «perdió» a raíz de las declaraciones que mujeres en todo el mundo han hecho y mejor buscar inspiración en el vasto legado literario, musical, artístico y tecnológico que han dejado las mujeres. En esforzarnos por conocer su trabajo y reconocerlo, en esforzarnos por crear el propio. En aspirar a tener una representación justa, porque somos muchas y muy diversas, y tenemos mucho que decir.
Las acciones son muchas, y pueden ser tan sencillas como queramos hacerlas:
- Conoce el trabajo de mujeres, lee, ve y escúchalo, amplia tu perspectiva.
- Infórmate, óyelas y pregunta. No es tarea de las mujeres enseñar sobre el feminismo, pero sí el de toda persona de entender lo que tiene que decir.
- Lleva ese conocimiento a tu vida, trabajo, amigos. Habla sin miedo, porque entre más voces, más difícil será ignorarlo.
Es más fácil pensar en monstruos, grandes y feroces como Harvey Weinstein o Larry Nassar que en un sistema donde todos somos cómplices y que debemos, como aliados, reconstruir, pieza por pieza. El proceso es largo y abre heridas al avanzar, retrocede y se estanca, pero nunca se detiene. ★
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