Cuando menos resulta curioso que un club nocturno griego de música gótica bailable, sea inspiración para concebir y grabar un álbum. Sin embargo, eso fue lo que le sucedió a Eleanor Friedberger, la extraordinaria compositora y cantante que acaba de regresar con su cuarto álbum de estudio: Rebound (Frenchkiss Records, 2018).
Por Hugo García Michel
Luego de los fabulosos Last Summer (2011), Personal Record (2013) y New View (2016), la ex integrante del mítico y peculiarísimo dueto The Fiery Furnaces (conformado junto con su hermano Matthew de 2003 a 2009, con siete álbumes en su haber) presenta un trabajo cuya principal característica es que, al contrario de lo que sucediera con sus tres grabaciones anteriores, en las que trabajó al lado de un grupo de músicos con instrumentos llamémosle reales, en esta ocasión se basó en el uso de sintetizadores y cajas de ritmos, no sólo para producir los temas, sino incluso para componerlos.
belleza en cada track
Las diez canciones de Rebound son una perfecta joya del más fino e inteligente pop rock. Friedberg posee un extraño talento para escribir canciones que parecen al mismo tiempo sencillas e intrincadas. No son las suyas melodías fáciles de asir en primera instancia. Y, no obstante, conforme se les escucha, se convierten en tonadas que se vuelven entrañables. Se quedan en la mente de quien las oye.
Es el caso de composiciones como “My Jesus Phase”, “The Letter”, “In Between Stars” o “Make Me a Song”. Además de la bellísima “Nice to Be Nowhere”, por mencionar algunas. La voz de Eleanor no se parece a ninguna otra. Su timbre grave y su manera de interpretar, a la vez cálida y distante, tierna y ajena. Esto puede desconcertar a quienes no conocen su obra anterior, pero desde la época de los Fiery Furnaces ese era su sello vocal. Y aunque ha madurado como cantante, en lo esencial su estilo no ha variado.
Escucha más música hecha por mujeres increíbles haciendo click AQUÍ.
0 comments on “Eleanor Friedberger hizo uno de los discos más bellos del año”