Estamos acostumbrados a ver la infidelidad como un acto cruel, egoísta, hiriente, lastimoso.
En una infidelidad, la persona engañada por su pareja suele sufrir lo indecible, su amor propio queda maltrecho y su autoestima destruida por un tiempo que puede ser muy largo. La tortura mental a la que queda sometido aquel que padece esta situación suele ser terrible y resulta difícil recuperarse.
Por Alejandra Tovar / Foto: Mikayla Herrick para Unsplash
Sin embargo, a pesar de toda la negatividad con que carga, la infidelidad en las relaciones es algo muy común y cotidiano.
Visiones acerca de la infidelidad hay muchas. Estudios acerca de las causas y efectos de la misma, también. Especialistas de diversas disciplinas han analizado y siguen analizando el problema, mientras que muchas personas o parejas acuden a terapia para tratar de superar el trauma.
De entre todas esas visiones, hay una muy singular y por demás interesante que trata de ver los dos lados de una infidelidad, a fin de encontrar una explicación más racional y, digámoslo, más comprensiva, sobre todo en lo que toca a la persona que engaña. ¿Por qué lo hace? ¿Cuáles son sus motivos? ¿Qué encuentra en otra persona que no descubra en su propia pareja?
La opinión de la autora Esther Perel
La psicoterapeuta belga Esther Perel lleva muchos años de estudiar el fenómeno y ha buscado la respuesta a una pregunta esencial: no sólo por qué la gente engaña, sino por qué engaña la gente que es feliz y parecería no tener motivos razonables para hacerlo.
A pesar de las muchas maneras de engañar (desde acostarse con otra persona hasta sólo hacerlo por medio del sexo virtual o incluso de pensamiento), la doctora Perel se ha centrado en cientos de casos que ha atendido en su consultorio durante la última década.
Ella sabe que eso que solemos llamar una aventura puede destrozar relaciones sentimentales de años, pero sabe también que ha sido y sigue siendo una práctica común desde que se inventó el matrimonio. Por eso ha tratado de estudiarlo sin prejuicios y desde un punto de vista más científico.
Perel dice algo que es muy claro y que muchas veces nos negamos a aceptar. Una aventura, un affair, conlleva secreto, amor y, muy especialmente, química sexual entre los amantes. Sobre todo hace incapié en esa química, en esa alquimia sexual que provoca que el que engaña encuentre en una persona ajena la emoción erótica que por una y mil razones ya no puede sentir con su pareja.
Luchando contra la convivencia diaria
Por otro lado, la especialista ha encontrado que muy frecuentemente las parejas se dan cuenta de que aquello que tanto idealizaron (querer ver en el otro o la otra al mejor amigo, al mejor amante, al mejor confidente, al mejor compañero emocional e intelectual), esas muchas expectativas puestas en el esposo o la esposa, en el novio o la novia, todo ello puede venirse abajo a lo largo de la convivencia diaria, cuando se descubren los defectos y las imperfecciones del otro.
Sin embargo, uno se niega a aceptarlo y al producirse la infidelidad, esta se vuelve la mayor de las traiciones. La confianza se rompe y con ello se destruye todo.
Esto se complica aún más por la época en que estamos viviendo. Cuando las redes sociales pueden ser las mayores delatoras de las infidelidades y la gente está convencida –consciente o inconscientemente– de que tiene derecho a cumplir todos sus deseos, incluidos los de índole sexual, y ser feliz a como dé lugar.
Hoy día, dice la doctora Perel, es muy fácil divorciarse. No obstante, ha encontrado que en muchas parejas en las que se ha dado el engaño, el divorcio no es la mejor de las soluciones, ya que se trata de alianzas que funcionan muy bien y en las que hasta antes de producirse una infidelidad todo parecía ideal. Entonces, ¿por qué una de las partes decide engañar a la otra?
Hay casos en los que, paradójicamente, se busca tener un affaire para romper con la perfección idílica del matrimonio. Por eso la infidelidad suele darse con alguien a quien ni por equivocación se consideraría para tener una relación larga y estable.
Es la emoción de la aventura lo que atrae, aquello que no podríamos tener con nuestra pareja. Pero también puede ser que en esa otra persona se busque la pasión perdida, aunque la aventura sea efímera o de no muy larga duración.
La traición que conlleva una infidelidad
“La infidelidad es un acto de traición, pero es también una expresión de añoranza y pérdida”, afirma Perel. Quien engaña no suele hacerlo para dañar a su pareja. Más bien expresa un anhelo de reencontrar una conexión emocional. Y de tener algo nuevo que lo haga sentirse libre y autónomo, quizá por primera vez en su vida.
“Cuando buscamos la mirada de otro, no siempre nos estamos alejando de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido”, asegura la terapeuta.
El infiel no busca tanto a alguien más. Sino que se busca a sí mismo con ese acto de aparente traición. Por eso muchos de los que engañan se sienten más vivos durante su aventura. Más llenos de emociones nuevas y alejadas de la cotidianidad.
La doctora Perel piensa que “algunas aventuras son un intento por contrarrestar la falta de vida. Un antídoto contra la muerte”. Y que su carácter prohibido hace que surja el deseo. Con esto el gozo de vivir algo que otorga sentido a la existencia.
Cómo sobreponerse
Y ¿cómo nos curamos de un affair? Porque el deseo es algo muy fuerte y el deseo por lo prohibido lo es más aún. Primero, hay aventuras que son como un aviso de que nuestra relación no camina bien. Y el aviso es para ambas partes, un aviso que busca alertarnos para salvar dicha relación.
La mayor parte de las aventuras no destruye a la pareja. La mayoría la deja sobrevivir. Aquí funciona el lugar común que dice que una crisis es una oportunidad. Una posibilidad de crear un nuevo orden a partir del desorden. Retomar o incluso iniciar el camino de la comunicación honesta, abierta, profunda.
Hay muchos casos en que esto no sólo provoca que la libido vuelva a despertar. Sino que lo hace de manera apasionada, dice Perel. El miedo a la pérdida hace que reviva el deseo.
Una última idea de Perel que tiene que hacernos meditar. La víctima de un affair no siempre es la víctima en un matrimonio.
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